• Por miles se cuentan los favores que el Santo Niño ha realizado a igual número de familias en México y el extranjero.

 

 Tepeaca de Negrete.- En  aquella segunda mitad del siglo XX, un testigo  fiel de los milagros y favores que realizó el Santo Niño doctor  en Tepeaca fue la Señorita Trinidad Flores, quién en su domicilio albergó a las religiosa y a la imagen del Santo Niño que resguardaba la madre María del Carmen Barrios Báez.

 En la década de los noventas, Trinidad Flores divulgó algunos de los milagros que el santo Niño realizó ,cuando era venerado en el altar establecido provisionalmente en su domicilio. Contó que en alguna ocasión un paralítico, cada ocho días llegaba a llenar una garrafa con el agua de los floreros  que sostenían las flores llevadas al Santo Niño, a los pies de su altar. Con el paso del tiempo el paralítico llegó caminando al recinto y Trinidad Flores le cuestionó como era posible se hecho .El hombre de fe comento que tomando una cucharada de esa agua cada hora, fue como volvió a caminar.

 De acuerdo a testimonios recogidos a través del tiempo de párrocos como los padres donaciano Salazar Benites y Rafael Espinosas Rojas, entre otros además  de  personas cercanas a su imagen, se dice que el rostro del Niño Doctor  palidece cuando está ayudando a algún enfermo muy delicado  y se sonrosa en sus mejillas cuando ha sanado a alguna persona.

Un hecho relevante y poco conocido, es que al Santo Niño Doctor se le cambian los zapatitos y ropa frecuentemente, esto es debido a la creencia de que sale por las noches a visitar y curar a los enfermos o personas que lo necesitan. Testimonios como estos viene de la misma madre María del Carmen Báez, que sorprendida miraba en las mañanas, de esa Tepeaca antigua, en el altar del infante, los zapatitos llenos de lodo seco y desgastados sin motivo aparente.  

 A raíz  de esos hechos durante muchos años, muchos fieles llevaron zapatitos y prendas de vestir al infante, para mudarle ropa y calzado, en agradecimiento por los bienes recibidos.

En el siglo pasado, la festividad del Santo Niño Doctor de los Enfermos en abril  en la nostálgica Tepeaca era organizadas por los habitantes en coordinación con el párroco en turno y consistía en una auténtica verbena popular, con las  tradicionales mañanitas, en donde el repique incesante de las campanas al vuelo, el colorido cautivante y  fragancia de diversa flores en su altar ,las notas y acordes de la banda de música afuera de la parroquia, la vigilia ante su venerada  imagen  y el   estruendo incesante  de los cohetes en las noches de estrellas celestiales, era la escena más añorada y esperada  de la primavera tepeaquense.

Una  de esas mañanas de azul celeste y sol brillante, de aquellos tiempos imperecederos, de la  Tepeaca tradicional, una mujer  caminaba con su hijo de dos años de edad rumbo al  templo de  San Francisco de Asís, ante la mirada atónita y curiosa de los transeúntes, que no perdían detalle de su andar. La joven madre sostenía en sus brazos  a su hijo, en cuyas manos llevaba una canica color verde.

 Ya en el altar, en voz alta y firme, la progenitora agradeció al Santo Niño el milagro de salvar a su hijo que padecía leucemia y había sido desahuciado por los médicos que lo habían tratado.

La madre contó que visitó al Santo Niño como último recurso y reveló que, después de varias visitas, un día  escuchó en su hogar risas infantiles detrás del ropero y al acudir para saber que sucedía, encontró a su hijo con una  canica verde que el Santo Niño le regaló al pequeño. A los pocos días de aquel obsequio, el pequeño enfermo sanó por completo.

 

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